Salvemos las dos vidas
Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud”.
Este es el propósito de Dios para cada ser humano y quienes seguimos a Jesús luchamos cada día para que la vida plena sea una realidad. Da testimonio de esto la asistencia sanitaria, educativa y social que ofrecen nuestras miles de comunidades de fe en todo el país.
Hoy nos convoca una penosa y grave situación: el intento de aprobación de una ley para la interrupción voluntaria del embarazo.
Estamos aquí porque nos oponemos firmemente a la aprobación de esta ley, ya que defendemos las dos vidas: la de la madre y la del niño/a por nacer.
Nos ponemos del lado de tantas mujeres que viven el drama de sentirse impulsadas a tener que abortar. Muchas de ellas bajo situaciones de opresión, marginalidad, abuso y presiones de una sociedad machista, ven en el aborto del embarazo no planificado una solución, o al menos un alivio a su situación. Entendemos que un embarazo no deseado puede ser una carga emocional difícil de sobrellevar y la mayoría de las veces vivida en soledad. ¿Cómo acompañar, fortalecer y ayudar a estas mujeres? He aquí el gran desafío.
Reconocemos que no siempre hemos estado listos para ayudar, muchas veces nuestros prejuicios nos han alejado del dolor humano.
Pero no es con políticas de muerte que como sociedad vamos a ayudar. No es eliminando el hijo que lleva en el vientre, como la mujer recuperará su bienestar.
El aborto nunca es una solución. El aborto, legal o no, deja huellas profundas en quien aborta.
Lamentamos que sobre tanto dolor se elaboren argumentos falaces para llevar adelante una agenda de la anti vida. Para tal fin se inventan cifras fantásticas de abortos clandestinos y muertes; se intenta justifica el aborto ligándolo a la condición de pobreza y estigmatizando así, una vez más, a los pobres; o se niega el carácter humano del niño por nacer, ignorando los irrefutables argumentos científicos.
Proponemos renunciar a la cruel frivolidad de ver el aborto como una solución a problemas personales, emocionales y sociales.
Alentamos a la sociedad a no tomar el atajo fácil de la cultura del descarte.
Pedimos a nuestros gobernantes que legislen para políticas de prevención, acompañamiento y la restauración física y emocional de la mujer.
Senadores y senadoras de la nación, en sus manos está la decisión más importante de su mandato. No importa cuál sea su ideología política, en esto se trata de cruzar la línea entre la vida y la muerte. Para el pueblo evangélico aquí representado esta línea es no negociable y sabremos tener en cuenta vuestra decisión en el momento en que nos toque votar.
Rogamos que Dios ilumine a nuestra sociedad para encontrar caminos de vida frente a tanto dolor y que tanto la mujer como el hijo/a que lleva en su vientre puedan alcanzar una vida en plenitud.
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