Reflexión de Semana Santa a cargo del Dr. Arturo Hotton Risler, diplomático, ex Embajador de la República Argentina. Padre y abuelo, de una hermosa familia cristiana, comprometidos con el Señor.
BÁJATE DE LA CRUZ
Todavía no han comenzado las horas de silencio.
La vocinglería está en su apogeo.
También los quejidos.
Duelen los clavos. Duelen las espinas.
-Bájate de la cruz, le dicen.
Un cineasta la llamó: “La última tentación de Jesús”.
No lo sabemos.
Sabemos que quien nos amó no descendió de la cruz, de nuestra cruz.
Sentimos que aquel desafío no se ha desvanecido.
Durante los últimos dos siglos ha crecido el grito, casi el ruego:
¡Bájate de la cruz!
Es que un Jesús “sin cruz” parece más atractivo. Más “manejable”.
Un Maestro apasionado.
Un Profeta vibrante.
Un hacedor de maravillas.
Un defensor de los pobres.
Un revolucionario.
Un hombre…
Pero en la cruz la cuestión se complica… La cruz fuerza a ir más lejos.
Maldito todo aquel que es colgado de un madero, recuerda la Biblia.
Bájate.
Siendo hecho por nosotros maldición.
Bájate.
Al que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.
Bájate.
Y yo, si fuese levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.
Bájate.
Nos atrae tu pan.
Nos atrae tu mensaje.
Nos atrae tu persona.
Pero no la cruz.
No “encaja”.
No la entendemos. Nos supera. Nos provoca.
Eso… la cruz nos provoca.
Bájate.
Bájate y creeremos en ti.
Creeremos.
Creeremos en lo que “queremos” creer.
Jesús el Hombre.
Jesús el Maestro.
Jesús amigo de los oprimidos y flagelo profético de los opresores.
Un Jesús ético y estético.
Caminante. Peregrino…
Creeremos en el de las dos millas, el de la “otra mejilla”…
El que nos enseñó a orar.
Creeremos en ti… pero: “Bájate de la cruz”.
Luces muy distante, muy mártir, muy…
“Bájate”.
Tenía razón Pilato cuando preguntó: -¿A vuestro rey he de crucificar?
¡Viva Cristo Rey!
Pero “bájate de la cruz”.
Y Jesús no descendió.
Nadie pudo “usarlo”.
Cuando la eternidad se hacía tiempo y la Palabra carne, “no había lugar para Él en el mesón”… pero igual “vino” y se “instaló” en un pesebre…
Cuando los “hombres del valle” lo condicionaban con sus urgencias, sus ansias, su ceguera, su torpeza, su contingencia… “Subió al monte” y habló, habló de bienaventuranza.
Cuando hubo que leer la profecía… dijo que en Él se cumplían.
Cuando lo “apuraron” con su familia dijo que la suya era más amplia, que incluía a todos los hombres hacedores de la voluntad de Dios.
No aceptó los reinos del mundo, ni el “milagro” del templo, ni hacer de las piedras pan.
No se hizo cómplice de los mercaderes.
Cuando la multitud quiso hacerle rey, se fue de ellos.
Cuando querían “protegerlo” de los niños, los atrajo, acarició y bendijo.
Cuando Pedro no quiso ser lavado, Jesús le advirtió que sin vasija y toalla no tendría comunión con Él.
Cuando Anás pide “razones”, Él dice haber hablado públicamente al mundo.
Cuando lo maldecían no devolvía maldición.
Cuando le clavaron al leño pidió al Padre perdón por sus verdugos.
Ahora piden que baje.
No bajará.
Bajarán su cuerpo muerto con la redención cumplida.
Y sellarán su sepulcro.
Pero resucitará.
Y ascenderá a los cielos.
Y los hombres dirán ¡basta!
De allí viniste y allí te marchas.
Y en “sublime insolencia”, insolencia de amor, el cielo advertirá: Vendrá otra vez.
¡Éste es mi Señor!
Reitero.
¡Éste es mi Señor!
Nadie pudo jamás “condicionarlo”, “usarlo”, “manipularlo”…
Vino aunque no tenía lugar.
Vino y los suyos no le recibieron.
Fue Maestro y Profeta aunque buscaban un Rey.
Le clavaron a un leño y pretendían que bajase… No bajó.
Sellaron su tumba… “Clausurado Dios”… pero venció la muerte y removió la piedra.
Se fue de nosotros sin dejarnos solos…
Y… lo esperemos o no, lo queramos o no, más allá de la fantasía y la escatología… el desinterés o la expectativa
¡Vendrá otra vez!
Vendrá otra vez.
Gloriosa arrogancia, intempestiva propuesta de quien es, simplemente…
¡El Señor!
Gloriosa anticipación de quien, un día bajará… pero no de la cruz, sino del trono…
Bajará… para buscarme a mí.