En estos días una nueva avanzada sobre el intento de legalizar el aborto pone en juego no sólo la vida de los niños por nacer, sino de la ciudadanía que saldrá a las calles a manifestar su postura. Por más que se aflojen algunas restricciones, la pandemia no ha pasado. Estamos en cifras cercanas al millón de casos de Covid-19. Los sistemas sanitarios están colapsados en diferentes lugares del país, y con récord de muertes diarias, escalando a los primeros lugares del mundo. Esta es otra de las razones por la que no se puede poner en duda que el derecho a nacer es un derecho inalienable, además de aquello que hemos sostenido desde el comienzo.
Sin importar esta situación, las presiones de los grupos pro aborto y la decisión del Gobierno de impulsar la Ley, a pesar de que hace dos años el mismo Congreso de la Nación la rechazó por amplia mayoría, hace que nuevamente estemos frente a una discusión que solamente produce grietas en el país.
No se tiene en cuenta la irrazonabilidad de la medida, ni el inoportuno momento que estamos viviendo como sociedad. Sino que se pretende imponer el punto de vista de aquellos que creen que con el aborto se soluciona una problemática más complicada y por ende, también de resolución más comprometida. Si la salud y la vida de la gente está por sobre la economía, como se nos viene diciendo desde marzo de este año, también debe estarlo por encima de las ideologías que pretenden superponer sus propios intereses por la misma gente.
Cuidar la vida desde la concepción hasta la muerte natural, en todos sus aspectos, es un mensaje y un mandato. No solamente desde nuestras leyes y nuestra Constitución, sino desde el mismo sentido común y desde la propia naturaleza que lleva a la preservación de la raza humana, siendo el derecho a nacer un derecho humano inalienable. Como también y primordialmente, un mandato de Dios.
El debate de este tema tan trascendente para los argentinos, sin duda, provocará manifestaciones de todas las maneras posibles. Por un lado, de los que defendemos las dos vidas, para hacer oír a los que no tienen voz: los niños por nacer. Por el otro, también de aquellos que opinan lo contrario. La calle es el único ámbito público donde la gente puede expresar su voz ante la sordera de una clase política que no entiende el momento crítico que estamos atravesando. La responsabilidad está en aquellos que toman las decisiones políticas, nunca en el pueblo. La historia juzgará las decisiones, rogamos a Dios que sean las correctas. No es el tiempo de discutir el aborto, ni ahora ni nunca. Pero hoy menos que antes porque además, estamos en medio de una pandemia.
Hemos celebrado el domingo el Día de la Madre en nuestro país, levantando bien alto el honor y valor de quienes son portadoras de vida en su seno. Redoblando el esfuerzo y la acción en favor de aquellas que con valentía deciden dar vida aún en circunstancias adversas. Ellas son porque no abortaron a sus hijos, y ellos pudieron nacer y ser. Somos cada uno de nosotros por el amor y la valentía de nuestras madres que frente a cualquier problema no fue opción para ellas aniquilarnos, sino amarnos y vernos crecer.
El tiempo que vivimos requiere de nuestro compromiso y responsabilidad, de firmeza en las decisiones y coherencia frente a la complejidad de las situaciones que se presentan. Por ese motivo, desde ACIERA seguiremos orando por las dos vidas junto a las Iglesias Evangélicas que la componen, en todo el país. Realizaremos todos los esfuerzos posibles para que el Gobierno, y el pueblo argentino, no caiga en el error y el descuido de nuestras futuras generaciones. Defenderemos, como hasta ahora, el derecho de vivir, el derecho de las dos vidas.
“Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la tierra como testigos de la decisión que tomes. ¡Ay, si eligieras la vida, para que tú y tus descendientes puedan vivir!” Deuteronomio 30:19- La Biblia
CONSEJO DIRECTIVO NACIONAL DE ACIERA
Buenos Aires, 19 de Octubre 2020