Ralph Wesley Hiatt nació el 31 de diciembre de 1931 en Vancouver, Washington, Estados Unidos. Durante más de cuarenta años sirvió y trabajó en las Asambleas Internacionales de Dios, y en Argentina. A los 90 años fue llamado por el Señor para estar en su presencia, luego de haber invertido no solo los años de mayor vitalidad y productividad; sino, hasta los últimos días de su vida para que las personas conozcan del amor de Jesús.
Ha predicado, enseñado, apoyado a la fundación de iglesias en todo el territorio argentino. Diversos dones y talentos dados por Dios, hicieron que su mensaje se oyera muchas veces y de muchas maneras. Lo acompañaba siempre Felipe, su amigo inseparable, un muñeco que usaba para predicar el evangelio a los más pequeños; quién además, llegaba a todos los corazones, dejando siempre una sonrisa y una lágrima en el camino. También lo acompañaba su acordeón, con la que supo poner melodía a esa canción “He decidido, seguir a Cristo, no vuelvo atrás, no vuelvo atrás”, canción que entonaba en cada auditorio en el que se le presentara. Sin importar si era frente a una multitud en una ciudad capital, o a un grupo de niños en una iglesia rural. Esa bella canción sigue sonando en los corazones de quienes supieron escuchar y participar cantando en cada encuentro con Rafael y Felipe, dando mayor valor a su entrega y trayectoria.
Al morir su esposa en octubre del 2010, Hiatt se planteó volver a las misiones y especialmente a la Argentina. “Y la historia aún no se ha acabado. Dios me hizo saber muy claramente, que, aunque oficialmente estoy retirado de las Misiones de las Asambleas de Dios, Él ha iniciado un ‘nuevo capítulo’ en mi vida. ¡Yo debía regresar a ministrar en la Argentina! Exactamente un mes después del funeral de Frances, regresé a la Argentina, y pasé Noviembre y parte de Diciembre allí. Retorné a los Estados Unidos en diciembre y visité mi familia en Oregón y Washington. El 31 de diciembre, el día en que cumplí 79 años, no pude resistir la tentación de ascender mi colina de Monte Tabor”, contó el mismo Rafael en su blog.
De esa experiencia de ascenso dijo: “El sendero estaba cubierto de hielo y tuve que caminar por el pasto para impedir que me resbalara. Ascendí por la misma escarpada colina. Solo, en la cumbre de mi colina secreta, mi Betel, una vez más levanté mis manos al cielo y derramé mi alma delante del Señor. Me presenté ante Él con mi corazón dolorido y quebrantado, y le dije una vez más, que le entregaba a Él todo lo que me quedaba. Una vez más busqué Su Divino Plan. No oí voces, pero una tremenda sensación de consuelo y poder inundó mi alma. Alguien, mayor que yo, me estaba llamando nuevamente a la Argentina, en donde oportunidades ilimitadas para el servicio de Dios me esperaban. Dios estaba allí… ¡y Él nunca se equivoca!”.
ACIERA quiere honrar la memoria de Rafael, sabiendo que él ahora descansa en los brazos de Su Padre amado y seguramente ya escuchó con sus propios oídos: «Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor”., ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Asimismo, extiende sus condolencias a los hijos y nietos, y ruega al Dios de toda consolación que reconforte los corazones y de paz a cada uno de sus deudos.