La Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) expresa su más enérgico repudio por las persecuciones sufridas por miles de cristianos en diferentes naciones donde gobierna un régimen fundamentalista que tiene como propósito torturar y exterminar a aquellas personas que tienen un pensamiento distinto desde el punto de vista religioso.
Hacemos un llamado al pueblo cristiano a levantar su voz y a visibilizar este flagelo del siglo XXI y orar por nuestros hermanos que están siendo perseguidos y además pedir consuelo por aquellos que perdieron a sus seres queridos.
Nos pronunciamos en contra de todo acto de violencia y discriminación por motivos ideológicos, religión, de raza o color.
A la vez que pedimos a los organismos internacionales que garanticen la protección de miles de familias cristianas que son víctimas de estos actos terroristas de parte del régimen islámico.
Así también solicitamos a los medios de comunicación tanto en el orden nacional como internacional que visibilicen estos actos de violencia que no pueden quedar ocultos y ante los cuales no se puede ser indiferentes o permanecer callados.
ACIERA felicita el testimonio de la escritora Pilar Rahola, quien presentó en la última edición de la Feria del Libro su libro «S.O.S. Cristianos» por su compromiso y valentía al expresarse sobre esta realidad ante la cual nadie puede ser indiferente. A raíz de su estadía en Buenos Aires, mantuvo una entrevista telefónica con el titular de la Alianza, pastor Rubén Proietti, donde intercambiaron opiniones al respecto.
«Argentina como impulsora del diálogo interreligioso», también convocamos a otros credos a expresarse sobre los actos de violencia religiosa, trabajando mancomunadamente en la custodia de la paz social. Además solicitamos a las distintas alianzas evangélicas y organismos misioneros a visibilizar y alzar su voz ante esta problemática. «De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.» (1 Corintios 12:26).
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