Cuando adquirimos un electrodoméstico, además del artefacto, recibimos los accesorios y también un pequeño libro donde se nos indica las especificaciones técnicas de nuestra nueva adquisición y la forma en que debemos utilizarla. Este librito es titulado “El Manual del Fabricante”.
En cierta oportunidad, una señora que vivía en Estados Unidos le envió a su sobrino de Argentina, hace muchos años, una encomienda con algunos regalitos. Dentro de la caja, entre otras cosas, había un grabador, verdadero tesoro en aquellos años ya que no había mucha facilidad para comprar ese tipo de artefactos en nuestro país. Con mucha alegría el joven depositó sobre la mesa el nuevo grabador y mientras se entretuvo mirando las otras cosas, su padre colocó un casete en el grabador, lo enchufó y pulsó la tecla “Play”. Como Ud. se podrá imaginar, ocurrió lo que no tenía que ocurrir: del aparato comenzó a salir un humo no característico de este tipo de aparatos. ¿Qué había ocurrido? Pues, algo muy sencillo: en Estados Unidos la corriente eléctrica funciona con 110W y en nuestro país con 220W. Resultado: el motor se quemó y ya no funcionó más. ¿Por qué incurrieron en ese error?
Primeramente, por ignorancia. Pero en segundo lugar, porque la tía omitió enviarles el manual del fabricante. Y como no sabían cómo debía de utilizarse correctamente, el motor se malogró.
Este mes celebramos la existencia del Manual del Fabricante para la raza humana, la Biblia. Es un libro muy completo que nos enseña sobre todos los aspectos de la vida, a fin de que nuestra vida “funcione bien”. Allí podemos encontrar las instrucciones sobre cómo vivir en familia saludablemente, cómo ser buenos administradores, qué hacer en momentos de dificultad y hasta cómo podemos tener una relación sentimental saludable. Allí está todo. Es cuestión de leer las instrucciones antes de hacer cualquier movimiento del que luego nos tengamos que arrepentir.
Pero la realidad que vive la humanidad hoy es otra. Es muy común ver como hombres y mujeres, de cualquier estrato social o raza, se “conecta a la red eléctrica de la vida” sin consultar con las indicaciones del Fabricante. ¿No será esta la razón por la que vemos tanta gente echando humo?
Dios es el inventor del ser humano. Él nos dio la vida, y no nosotros a nosotros mismos. Él sabe cómo “funcionamos”. Todo lo que dejó escrito en la Biblia no es para prohibirnos cosas o para acomplejarnos, o para limitar nuestra libertad. En su amor, nos indica qué es lo que debemos hacer para que nuestra vida nos resulte saludable, para que todo se ordene, para que cada acción sea realizada en su tiempo y en su lugar, para que su consejo nos caiga “como anillo al dedo”. De esta manera, cosecharemos resultados y no consecuencias.
Por todo lo expuesto, desde ACIERA celebramos este Mes de la Biblia con profundo gozo y elevamos una oración de agradecimiento y de alabanza para Aquél que nos dio la vida, nos indicó en su Manual cómo vivirla y nos espera más allá del día en que esta maquinaria ya no sirva más. ¡A Él sea la gloria!
Consejo Directivo de ACIERA
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