Una vez más miles de lectores de todo nuestro país y otras naciones, pueden conocer del crecimiento sostenido y testimonios de iglesias evangélicas que conforman la familia de ACIERA. En esta oportunidad, el diario La Nación a través de su edición digital, por segunda ocasión, abordó el tema y entrevistó al pastor Osvaldo Carnival, responsable de la Iglesia Catedral de la Fe del barrio Parque Chacabuco, en la ciudad autónoma de Buenos Aires, a Sofía Garabetian, referente juvenil de la misma congregación, y al pastor Bernardo Affranchino de la Iglesia Cristo para Todos, de Adrogué, en el sur del conurbano bonaerense.
A continuación compartimos el texto íntegro de la nota publicada en la web el pasado 10 de enero:
NOTA: SIN FONDOS ESTATALES Y CON PRESENCIA SOCIAL, CRECEN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS
Ojos cerrados, palmas abiertas y el suave bamboleo del cuerpo de los fieles que escuchan la palabra como en trance. Mientras las pantallas reproducen los versículos de la Biblia que explica el Pastor, un número rojo en el ángulo de la tele indica que uno de los niños que están en la guardería requiere de la atención de sus padres. Porque Iglesia es la palabra, pero también la asistencia más normal y cotidiana.
En el mismo año en el que el Episcopado Argentino aceptó resignar gradualmente las asignaciones que la Iglesia Católica recibe del Estado Nacional, otros cultos autofinanciados cobraron vigor en la calle.
La Constitución declara en su artículo 2 que «el Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano». La interpretación actual (porque este debate se arrastra desde la Convención Constituyente de 1853), avalada incluso por la Corte Suprema, es la del sostenimiento económico. ¿De cuánta plata, en concreto, estamos hablando? Son 130.000.000 de pesos anuales que se canalizan a través de la Secretaría de Culto en asignaciones directas que benefician a arzobispos y obispos, párrocos de frontera, seminaristas y sacerdotes seculares no amparados por ningún régimen previsional.
«Existe, sin embargo, una forma de financiación indirecta, de la que no están excluidos los otros cultos reconocidos. Son los beneficios fiscales que se aplican a las personas físicas que donan dinero a una institución: exenciones nacionales, provinciales y municipales y deducciones en el Impuesto a las Ganancias», dice Octavio Lo Prete, Director del Instituto de Derecho Eclesiástico (UCA).
Un año bisagra
La renuncia gradual a las asignaciones estatales supone un cambio de paradigma en la iglesia católica, que intenta moverse hacia un modelo de autofinanciación en el que los fieles sostengan al culto. En diciembre pasado, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto anunció que los colegios católicos (y otras entidades religiosas inscriptas en el Registro Nacional de Cultos) «puedan percibir una contribución en concepto de ‹sostenimiento de culto›, a cargo de los padres o responsables de los alumnos que asistan a los mismos.» Asimismo, trabajan con AFIP para darle visibilidad a los incentivos fiscales que implica donar y en la simplificación electrónica del trámite.
Para las iglesias evangélicas, el modelo de autofinanciación es el único posible y se basa en el concepto de diezmo que aparece en la Biblia, la regla de su fe práctica. «Los diezmos y las ofrendas son contribuciones voluntarias, nadie va a ir a tocarte el timbre», dice Osvaldo Carnival, pastor principal de la Iglesia Pentecostal Catedral de la Fe.
Existen distintas formas de recaudar: sobre cerrado y anónimo, bolsas que se pasan durante el servicio, ofrenderos para dejar las contribuciones, etc. Algunas congregaciones también aceptan donaciones de materiales en vez de dinero porque contribuye a la transparencia de sus cuentas.
«Las donaciones a las iglesias evangélicas también pueden deducirse, pero todo depende del estado contable de cada una. Como para los cultos evangélicos no hay legislación específica, algunas iglesias creamos fundaciones, para canalizar a través de ellas el trabajo social. Y las fundaciones pueden emitir recibos como cualquier entidad», dice Bernardo Affranchino, Pastor de la Iglesia Bautista Cristo para Todos, en Adrogué.
Congregación viva
2018 fue el año en el que los evangélicos hicieron su primera gran demostración del alcance que tiene hoy en Argentina la fe personal por sobre la institucional. «Salvemos las dos vidas», la marcha que organizaron junto a los católicos para manifestarse en contra de la despenalización del aborto en agosto pasado, llenó la 9 de Julio de más de 500.000 manifestantes.
«Los católicos hicieron el lobby y los evangélicos tuvimos la presencia territorial», dice Carnival. «A nosotros mismos nos sorprendió la convocatoria. Sabíamos que iban a venir 1000 micros del conurbano, pero no imaginábamos que iban a llegar 2500 micros del interior. Y acá nadie vino por el chori y la coca: a los micros los pagamos entre todos.»
«Lo del aborto fue un catalizador. Logró lo que no había logrado nada: unirnos. Porque nuestra iglesia es transversal, y sin embargo hay temas como el de la vida y la muerte que nos alinean y logran cohesión inmediata», explica.
Descendientes ulteriores de la reforma protestante, los cultos evangélicos reconocen en la Biblia a su máxima autoridad. «No hay órdenes ni jerarquías, como en el catolicismo, pero sí hay ramas: están los Pentecostales, Bautistas, Hermanos Libres, Metodistas y entre ellas tienen diferencias más de práctica que de doctrina», dice el pastor Bernardo Affranchino.
La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil puso a los evangélicos de América Latina de nuevo en el foco. Según una encuesta publicada por Ibope entre la primera y segunda vuelta de la contienda Bolsonaro-Haddad, el primero concentraba casi el 70% del voto evangélico. Es que, entre otros pastores, Bolsonaro finalmente contó con el apoyo de Edir Macedo, Pastor de la Iglesia Universal del Reino de Dios, el mismo que apoyó al PT en el 2002.
De todas, el pentecostalismo es la que más creció en nuestro país. Si para los pentecostales la fe es una experiencia carismática, la manifestación del Espíritu Santo en la vida de cada persona, es dable esperar que su culto se traduzca en una espiritualidad expectante pero también activa, porque es merecedora. «Ser cristiano significa seguir a Jesús, observar su vida en la Biblia y tratar de imitar su conducta», dice Sofía Garabetian, 24, representante del segmento joven de la iglesia de Carnival.
Los cultos evangélicos se reúnen en FAIE (Federación Argentina de Iglesias Evangélicas) y ACIERA (Alianza Cristiana Evangélica de la República Argentina), que nuclea a la mayoría. Directamente, están asociados a la Unión de las Asambleas de Dios, donde presentan sus balances contables y son auditados por una institución de corte espiritual y administrativa.
La «desmagización»
La primera encuesta sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina, realizada por el Conicet y publicada en 2008 (hay otra en marcha) arrojó que hay una preeminencia de la cultura cristiana en nuestro país y que los evangélicos constituyen el 9% de la población.
«No puedo darte números de la nueva encuesta todavía, pero sí puedo decirte lo que vemos en las encuestas de países que tienen números parecidos a Argentina, como Chile, Brasil o Uruguay. En estos países, los últimos censos indican que crece la gente que se declara sin afiliación religiosa, más en los jóvenes, y más en las grandes ciudades», dice Fortunato Mallimaci, sociólogo y director de la encuesta.
«Interesa el tema del tránsito religioso: gente que antes se decía católica y después se pasó al evangelismo y ahora se declara sin religión.» Para Mallimaci el desencanto no debe verse estrictamente como respuesta directa al «annus horriblis» de una religión o de otra: «La idea del desencanto es constitutiva del mundo capitalista. La gente se desencanta. Max Weber dice que la gente se ‘magiza’ y se ‘desmagiza’. A nivel popular se nota que la porción de gente que no quiere saber nada con las religiones es igual o más grande que todos los evangélicos juntos.»
Para Carnival, en cambio, el tránsito entre católicos y evangélicos «no pasa tanto por el desencanto con la Iglesia Católica sino por el deslumbramiento con la propuesta de la Iglesia Evangélica. No es por descarte: hay mucha gente que busca a Dios y encuentra en el mensaje evangélico la posibilidad de hacer de este Dios un Dios vívido.»
Lo que pasa en la calle
La Iglesia Pentecostal Catedral de la Fe, en Parque Chacabuco, tiene, además de los auditorios, una plaza seca que usan los colegios del barrio, una guardería, una parrilla, un bar, una radio, un estudio de grabación, una escuela de cocina, de fotografía, de desarrollo financiero, de dibujo digital y de maquillaje. Además, en el predio organizan ferias de cocina internacional para favorecer la integración de los inmigrantes -a quienes también brindan asistencia legal-, consultorios médicos, odontológicos y psicológicos y hasta un taller para enseñar a los abuelitos a usar la computadora.
Si las iglesias evangélicas funcionan como centros asistenciales es porque en sus bases está servir al prójimo. Se destacan especialmente (desde hace años) en los programas de recuperación de adicciones y en los pabellones evangelistas de las cárceles, que guardan reglas estrictas de conducta y contribuyen a la pacificación de los correccionales.
El sociólogo Fortunato Mallimaci reconoce que las iglesias funcionan como espacios de contención en momentos de crisis en los que el Estado se retira de la salud y las políticas sociales. «Son espacios que pueden darte alguna certeza en situaciones de fragilización, lugares donde se consolidan lazos, refugios.»
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