Nos acercamos a una nueva celebración de Pascua, tiempo que nos lleva a reflexionar sobre el regalo más grande que recibió la humanidad. JESUCRISTO, quien se entregó a sí mismo para que todos aquellos que crean en Él, tengan vida y vida eterna.
El peso de la cruz que Jesús cargó es imposible de llevar para cualquiera de nosotros. El costo de su sangre fue muy alto. El dolor y el sufrimiento que atravesó el Hijo de Dios, por toda la humanidad, fue una entrega única e irrepetible. Pero a Él le costó pasar por la muerte para cargar en sí nuestras transgresiones. A nosotros no nos costó nada, a Él todo. De esto se trata la gracia de Dios. De haber recibido este don tan grande, gratuitamente y sin merecerlo. “Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”, Romanos 5:8 NVI.
En los tiempos de dificultad mundial que estamos atravesando, frente a la pandemia por el virus que no da descanso, nos toca vivir temores, dudas y certezas. Lo difícil de las economías, la inseguridad y el desarrollo de la vida en sociedad, nos llevan a enfrentar la búsqueda de una solución que nos saque lo antes posible de la vulnerabilidad sanitaria. Todo esto está pesando sobre nuestras vidas y en los titulares de los medios masivos de comunicación en todo el planeta, sólo vemos incertidumbre.
Sin embargo, es tiempo de Pascua, y los cristianos predicamos un mensaje de esperanza.
La Biblia dice: —¿Por qué están buscando entre los muertos al que está vivo? Jesús no está aquí. ¡Ha resucitado! (Lucas 24:5b-6a). Y esta es nuestra razón de vida. Nuestra ancla y nuestra brújula. Porque nuestra fe se basa en que:
¡En Cristo, hay esperanza!
Nuestra confianza se sostiene en el poder del Cristo resucitado, sin la cual el sacrificio de Jesús en la Cruz, hubiese sido en vano. “Y esta esperanza no nos defrauda —dice la Biblia— porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por medio del Espíritu Santo” (Rom. 5:5).
Al momento del bautismo de Jesús, se escuchó una voz que decía: “Este es mi hijo amado”. Declaración que agiganta nuestra fe. Aún así, fue necesario que quienes no creían en Él vieran que realmente era el Hijo de Dios. La tumba no pudo detenerlo y la noticia de su resurrección se hizo notoria.
“Por tanto, así como una sola transgresión causó la condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la justificación que da vida a todos. (…) Pero, allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia…” (Rom. 5:18 y 20b).
En estos días de Semana Santa ACIERA invita, a toda la Sociedad, a reflexionar en esta entrega de amor. Que la Pascua traiga un nuevo tiempo de esperanza y fe a nuestra nación amada. Que cada habitante de esta tierra busque tener un encuentro personal con el Salvador. Que como país reconozcamos la soberanía de aquel que todo lo llena en todo. Que vivamos un Domingo de Resurrección en nuestras vidas. No importa el día calendario, lo importante es que cada uno abra su corazón y reciba esa salvación tan costosa, depositando la fe en Jesús y su obra, por medio de una confesión sincera. Porque ¡Él es nuestra ESPERANZA!
¡Compartamos la esperanza de la Resurrección de Cristo, a nuestras familias, a nuestros vecinos, a nuestra comunidad!
—¿Por qué están buscando entre los muertos al que está vivo? Jesús no está aquí. ¡Ha resucitado!
Comité Ejecutivo ACIERA