Ya llegan las fiestas de fin de año y es típico recibir saludos y regalos. Tus allegados y los que están lejos, te envían saludos y te desean “muchas felicidades”…
¿Muchas felicidades? ¿Por qué?
La mayoría de los que celebran Navidad, no saben que es lo que celebran, ni porque nos deseamos unos a otros felicidad.
En un mundo consumista y superfluo, donde Papá Noel intenta usurpar el lugar en un cumpleaños que no le corresponde, donde los cohetes y el arbolito son gastos inútiles, donde la comida se transforma en el centro de la celebración y se deja de lado al homenajeado, no es raro que la gente diga cosas incoherentes, por costumbre… total, ¿Qué más da?
La verdadera razón por la cual no solo tenemos que estar felices, sino que tenemos que saltar por los aires, es que Dios se dignó a socorrernos y en un lejano pesebre de Belén, hizo nacer al ser más grande que pudo haber existido sobre la faz de la tierra. Aquel niño vino a enseñarnos la voluntad del Padre y luego, por amor, se entrego a la muerte para pagar el precio de nuestro castigo y así librarnos del mal eterno.
Y como si esto fuera poco, dice el vendedor de colectivo, ese Cristo que murió por vos y por mí, al tercer día resucitó y hoy vive.
¿Qué como lo sé? Porque lo tengo aquí, dentro mío. Y puede estar dentro tuyo también.
Ahora sí tiene muchísimo sentido desearte felicidades.
“Bienaventurados los que creen, porque Él viene pronto”.
Muy feliz Navidad para vos y los tuyos. Con cariño sincero…
Consejo Directivo de ACIERA
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